“El precio de la guerra de Rusia y Ucrania lo estamos pagando todos”, también en Latinoamérica, explicó José Miguel Acosta-Suarez, ex viceministro de Energía de Colombia, presente en el Perú Energía 2022. El impacto de este conflicto entre estos lejanos países se ha materializado en esta parte del mundo como inflación, desempleo y pobreza. “Las presiones inflacionarias son sobre los alimentos y la energía, mientras que, en la región, la pobreza pasará de un 8.3% a un 9%”, y su fin no parece cercano. El mundo es una incógnita y, según José Miguel Acosta-Suarez, lo que mejor lo describe es la palabra “volatilidad”.
Colombia, gran productor de petróleo y gas natural, se enfrenta a presiones sociales por no producir más hidrocarburos, al tiempo que debe buscar equilibrios entre crecimiento económico, ingresos fiscales y el medio ambiente. Para José Miguel Acosta-Suarez, dejar de buscar hidrocarburos es un error. Y es un error más grande no utilizarlo. Durante su conferencia, dejó un consejo al país: “El Perú no puede olvidarse del gas natural, hay una fuente importante y hay que saber utilizarla”, dijo. Alrededor del 40% de la energía eléctrica en el país se produce con la molécula de gas proveniente de Camisea. “Hay que seguir incentivando el tema, la producción, el transporte, la demanda”, acotó.
José Miguel Acosta-Suarez señaló que los países de esta región no pueden dejar de producir hidrocarburos y no solo por un tema económico sino también de responsabilidad. Recordó que los países que más emisiones de efectos invernadero lanzan a la atmósfera son unos pocos: China, Estados Unidos y la Unión Europea en su conjunto. “Países como Perú y Colombia tenemos que implementar acciones [contra el cambio climático] responsables” pero se debe estudiar a profundidad el “costo económico y social de estas medidas”. La crisis es también de divisas, dado que las empresas, que se financian en dólares, recaudan dinero en monedas distintas. “La tasas de interés están en aumento, eso complica el panorama del sector”, refirió. “Ha crecido la aversión al riesgo”.
Rusia es uno de los principales exportadores de petróleo y gas del mundo, los combustibles que mueven el planeta. La volatilidad del crudo y su presión a las tuercas de la economía planetaria (el barril cotiza por encima de los US$90 el barril), según José Miguel Acosta-Suarez, ha “agudizado los indicadores fiscales” de los países de Latinoamérica.
La semana pasada, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, sugirió imponer un tope de US$60 al barril de crudo ruso. Desde Moscú, el vice primer ministro, Alexandr Nóvak, advirtió que su país no venderá petróleo a los países que fijen un techo a los precios e instó a no interferir en el mercado.
En tanto, el ministro saudita de Defensa, Jalid bin Salmán, defendió la decisión que adoptaron el día 5 los 13 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) liderados por Arabia Saudita, y sus 10 socios encabezados por Rusia, de bajar sus cuotas de producción para mantener los precios del crudo que estaban disminuyendo.
Desde que inició la guerra, en febrero de este año, el precio del gas natural aumentó en un 500%, y los países petroleros anunciaron recientemente que disminuirán el precio de la materia prima, en busca de mejores rendimientos. “Hoy los futuros de gas continúan cotizando casi seis veces más que hace un año”, dijo el ex viceministro de Energía de Colombia. Mientras el tablero mundial de los poderosos se reacomoda, el carbón revive y vuelve a ganar protagonismo en el mix de generación eléctrica europea.
En Bruselas, la Comisión Europea (CE) informó que los gastos de la UE en importaciones de gas crecieron casi cuatro veces en términos interanuales en el segundo trimestre de 2022 y alcanzaron 75 mil millones de euros, frente a los 20 mil millones de euros del segundo trimestre. De este monto, 23 mil millones corresponden a las importaciones procedentes de Rusia, señaló la CE tras precisar que el aumento se debe a los precios más elevados.