El cobre es un metal estratégico para múltiples mercados por su excelente conductividad eléctrica. Asimismo, resulta vital para la transición a energías sostenibles que permitan migrar nuestra matriz energética hacia fuentes más verdes y limpias. Sin embargo, las proyecciones con respecto al incremento de la población en los próximos años, y de la mano con ello, el aumento en la demanda de energía, nos hacen preguntarnos si debiéramos empezar desde ya un proceso de anticipación y de adaptación estratégica a lo que nos impactará en el corto y mediano plazo.
En la actualidad, se estima 24 millones de toneladas de cobre fino y se espera que para el 2030, incremente a 30 millones de toneladas. Por otro lado, la Organización de las Naciones Unidades indicó un aumento en la población de 2.5 billones en los centros urbanos para el 2050, lo que resulta necesario mayor infraestructura, mayor aumento de electrificación y cobre.
En ese sentido, si evaluamos esta situación desde el lado de la oferta, vemos que el escenario se agrava aún más considerando que en la actualidad existen proyectos mineros de cobre detenidos y falta de nuevos proyectos de extracción en un corto plazo. Todo ello, motivaría el incremento del precio de esta materia prima, lo que podría afectar directamente a la industria energética mundial.
No obstante, bajo este contexto, Perú tiene grandes oportunidades de desarrollo, siendo el segundo productor de cobre en el mundo después de Chile y siendo poseedor del 11 % de las reservas de este metal a nivel global. Asimismo, el potencial minero es un punto favorable para el país ya que, en las condiciones adecuadas, atrae inversión masiva extranjera que busca aumentar estas reservas.
Es así como debemos anticiparnos a esta coyuntura impulsando un sistema de recuperación de cobre de las mermas de conductores eléctricos vendidos a nuestros clientes para reinsertarlas en el proceso productivo y, de esta manera, dar vida a un proceso de economía circular que nos permite reutilizar tan preciado mineral.