Las emisiones de gases de efecto invernadero de Perú equivalen al 0.3% de las emisiones en el mundo y al 3.8% de las emisiones en Sudamérica, lo que deja en claro que nuestro país no representa un aporte considerable en términos de emisiones, aunque eso no signifique que deba apartarse de su compromiso con la transición energética, sino enfocarla a su realidad, según explicó el socio de LQG Energy & Mining Consulting, Carlos Gomero.
En PERÚ ENERGÍA Sur Arequipa, afirmó que la política nacional de transición energética se ha centrado en el sector eléctrico, cuando este apenas es responsable del 7% de las emisiones a nivel local, mas no se ha orientado a las actividades económicas con mayor impacto al medio ambiente, como lo son la deforestación y la agricultura, cuyas emisiones de GEI representan el 46% y 14%, respectivamente, de lo total expulsado.
“Si bien el candidato natural en el mundo para luchar contra el cambio climático es el carbón, en el caso peruano el primer candidato es el diésel. Unas medidas de transición energéticas para promover la reducción de gases de efecto invernadero deberían estar enfocadas en retirar paulatinamente al diésel de la matriz energética”, remarcó como parte de su conferencia “Beneficios y costos de la diversificación de la matriz energética”.
De acuerdo con Carlos Gomero, la primera transición energética en el país ocurrió con el gas natural de Camisea, cuyo desarrollo fue posible gracias a un mecanismo de subsidio pagado por los usuarios eléctricos para compensar parte de la demanda faltante en los primeros años de operación del poliducto de TGP, así como a la compra anticipada de gas natural al proyecto a través de un contrato suscrito con la empresa Electroperú.
“Si bien el subsidio de garantía para la construcción de ductos de gas natural costó cerca US$ 370 millones a todos los peruanos, los beneficios de Camisea han sido enormes. Según un reciente cálculo de la consultora Macroconsult, los aportes de este proyecto ascendieron a S/ 200 mil millones al PBI y contribuyó a la reducción de las emisiones en 21%”, recalcó el representante de LQG Energy & Mining Consulting.
La segunda transición energética, explayó el especialista, está ocurriendo con las energías renovables no convencionales (ERNC), las cuales fueron promocionadas mediante subastas con subsidios, prioridad en el despacho eléctrico y para conectarse al sistema interconectado, reconocimiento de ingresos por potencia firme y exoneración y/o suspensión de pagos por regulación de primaria frecuencia y por inercia sintética.
“Cuando uno analiza las consecuencias por el lado de los costos, los subsidios para la adjudicación de las subastas ERNC han sido de US$ 1.7 mil millones. Sin embargo, por el lado de los beneficios, estas centrales han aportado 5% al sistema y reducido en 2% las emisiones del sector eléctrico. Probablemente, hasta el fin de los contratos, según estimaciones de LQG, estos subsidios puedan llegar a US$ 2,500 millones”, contrastó.
De esta forma, Carlos Gomero, socio de LQG, consideró un error promover una sola fuente energética; por el contrario, recomendó enfocarse en diversificar la generación y disminuir la dependencia al diésel, desarrollar infraestructura de transmisión y tecnologías con baterías, reformar el sector eléctrico y pasar a un modelo de ofertas y reimpulsar la exploración de gas natural como combustible de transición.